Como prueba de mis buenas intenciones, dejo aquí un pequeño relato que se me ocurrió un día, bajando la calle. Como bien saben mis amistades (o al menos aquellas a las que se lo cuento) me encantan los pájaros, especialmente los gorriones, y hago absurda colección de las plumas bonitas que me encuentro por la calle. Pido disculpas por, en un blog con este título, hablar de un ave tan modesta como el gorrión. En mi defensa diré que este animal tan prosaico no carece de encanto, aunque no resucite de sus cenizas y se limite a pudrirse hasta que aparezca el gato hambriento de rigor. Sin más preámbulos ni tonterías, os dejo con el relato esperando que, al menos, merezca unos segundos de atención.
-Chiquillo, tú naciste para ser gorrión.
La predicción, en su momento, me sorprendió. La gitana de rostro cansado rebuscaba el destino en las líneas de mi mano. La suya era una voz cascada, sus ojos estaban rodeados de arrugas.
-Naciste para haber sido de esos –repitió tras mirar y remirar. –Estás hecho para alimentarte de migajas y para salir volando cuando se acerquen los hombres con prisas y cara seria.
Echó las cartas, algún tarot con sus arcanos y sus pentáculos.
-Naciste para ser gorrión.
Lo dijo de nuevo acariciando los dibujos con unas manos que se habían llevado la juventud del resto del cuerpo. Y ya no me sorprendió tanto.
-Naciste para gorrión –continuó mientras recogía y barajaba. –Estas hecho para saltar de alero en alero y volar por las calles; para dormir en los huecos de un ciprés. No deberías estar aquí, sino volando con un cuerpo ligero y frágil, admirando desde arriba ese mar de plata y verde que son los álamos.
Consultó la bola de cristal y sus uñas, largas, hacían tintinear el cristal.
-Naciste para ser gorrión –concluyó escudriñando aquellas brumas. –Estás hecho para morir de forma prematura y sin sentido –quise replicarle que casi todas las muertes lo eran, pero de mi boca solo escapó un “pio” –Morirás sin que a nadie le importe bajo las ruedas de un coche o en las garras de un gato.
Y entonces se levantó y me dedicó una sonrisa y mis pensamientos (porque mis recuerdos no cambiaron) se fueron callando… Ella me cogió sin más palabras y abrió la ventana para soltarme. Y comí migajas y volé por las calles, de alero en alero; y vi los álamos desde arriba y soñé los sueños de los gorriones en un ciprés y me encontré con la muerte bajo las ruedas de un coche.
-¡Pobre pajarito! –dijo una niña algo después.
El resto de transeúntes tan solo esquivaron mis restos.
3 comentarios:
Sí. ¿Y para qué nacimos nosotros, Andrés? Muy bueno el realto. Nos veo tirados bajo un coche con las manos manchadas de tinta. Tras doce años de estudios: 0 libros, 0 premios. También tendremos que crear una disputa en algún departamento y convocar a los medios en un aula, más que nada, para sobrevivir.
Firmado: Almijara.
Y por supuesto, la última parte de tu comentario no deriva del odio hacia cierto profesor del departamento de Literatura Española, ¿verdad, Almi?
Fdo: Andrés
Pues mira, si el hombre se gana la vida así... mejor que las rumanas pesadas de Gran Vía, esas que le dijeron a Andrés que nació para ser gorrión...
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