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El acechado

EL ACECHADO

Te digo que no, que es normal que no duerma y me mueva de un lado a otro. Es normal que no logre dejar de caminar, que no me quede quieto mientras toda mi antigua vida se va derrumbando. Que tu también lo harías, si estuvieses como yo, no me seas idiota ni insistas, no des más la tabarra que no por eso vas a convencerme de que no hay nada. Que no, que no quiero tranquilizarme, que me dejes o me escuches o te calles para siempre bajo el peso de un cielo más negro de lo que es sano, más negro de lo que es cuerdo. Que sí, que es negro, que no hay estrellas que valgan aunque sé que las hay, que las había, pero no las veo. No se ven, no se ven bien porque no puedo distraerme, no puedo pasarme demasiado tiempo buscándolas entre el vacío, no puedo, de veras que no puedo. Pero divago y tu pones cara de estar fingiendo atención y no es eso lo que quiero. Si te apetece que paseemos, por mi vale, por mi bien. Pero no me vengas con tonterías de calmarse o de entrar a tomar un café. Tenemos que estar en movimiento, tenemos que andar a paso ligero por la ciudad, entre las jodidas luces navideñas.

No, en serio que no estoy desquiciado y no es tampoco que me den rabia estas fechas, te juro que siempre me han gustado, y va en serio en serio: siempre he sido partidario de andar por ahí encontrándose con la familia y teniéndo excusas para hacerles regalos a los sobrinos. Pero es que ahora no sé que me pasa, o sí lo sé pero no quiero decirlo ni decírmelo. Por eso me muevo, porque si me estoy quieto probablemente me pare a pensar, me salte encima como una pantera o un jaguar o algún otro bicho sigiloso y feroz... Y me saltará encima y tendré que verle la cara y no quiero, no quiero. Que no, te juro que no estoy desquiciado ni es nada especial de las fechas, ni me ha mandado a la mierda mi novia ni he descubierto ningún trapo sucio en la familia. No ha cambiado nada realmente, y eso es lo peor. No hay una verdadera razón para estar así con este temor que no entiendes ni vas a entender. Vamos, vamos a paso ligero que ya andamos en la periferia, que es mucho más bonita, mucho más tranquila. ¿No prefieres que no haya luces ni villancicos ni escaparates con luces doradas? Es curioso lo de los villancicos, en serio que no sé que me pasa con ellos pero me encanta cantarlos con los niños y odio escucharlos grabados, me irrita tan profundamente como hacer cola y es terrible. Pero sigo divagando, otra vez, perdona que no sepa callarme o que no sepa callarme lo que no debo decir.

Es que es raro. Es rarísimo sentirlo ahí, detrás tuya. Pero a ver si te explico porque pones cara de desconcierto y yo no estoy esforzándome, ¿verdad? Me estás acompañando hasta aquí, así que supongo que hay personas peores y que te mereces oirme desvariar, o quizás no pero no importe. Verás, no es que haya nada exactamente, no es que lo vea como se deberían ver las cosas que dan miedo, es peor y por eso da pánico o pavor o algún otro dios griego con mala uva. Lo intuyo: está por el rabillo del ojo, un pensamiento por el rabillo del ojo, justo al borde de la visión y la razón y la cordura. ¿Sabes lo que es sentirse desesperanzado, inútil? Pues más o menos es eso, o quizás no. Es una desazón lo que tengo en las entrañas, y lo peor es que me siento así sin que haya nada en absoluto que lo pueda causar. Así, sin más, me atasco y he dejado de fluir por la vida sin que se haya visto ni una puta piedra en el camino. Y lo peor de todo esto, atento, es saber que en cuanto me ponga a pensar en ello y a buscarle razones va a ser peor, que hay un pensamiento monstruoso del que no quiero hablar, en el que no quiero pensar. Y me sigue, y me acecha, y hay que mantenerse ocupado comprando regalos o andando y hablando solo o leyendo o mil cosas. Y poco a poco se hace más difícil porque cuando lees o andas estás en silencio y en el silencio las letras o los pasos se pueden desdibujar para pensar y siento como me acecha y tengo que levantarme y vestirme mascullando cosas y salir corriendo y todo, todos sin excepción, se ponen a pensar que estoy loco. En serio, es horrible, es horrible tenerlo ahí, jugando conmigo sin tirárseme encima para desesperarme del todo. Por eso hay que correr, por eso me voy a poner a correr. Que no, que no pienso parar, que no voy a detenerme porque ahí esté el río y haga frío y en el agua flote el hielo. Que no voy a parar, que tengo que correr y que moverme aunque sea bajo un agua helada, aunque sea en la oscuridad helada donde no hay pensamientos ni estrellas ni nada ni nadie y ni tan siquiera un verbo que haga la luz.