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La Torre Vigía; Ana María Matute

"De las tierras altas, de los bosques, surgieron los jinetes blancos y los jinetes negros. Y de las murallas del castillo de Mohl fueron a su encuentro jinetes blancos y negros. Entonces vi al Señor de los Enemigos; tan arrogante y gallardo, y valiente, que un último grito de violencia se levantó en mi ánimo. Me enorgullecí de su furia, admiré su valor y su crueldad, me devolvió la imagen de mi infancia, tendido en la pradera, nublados losojos de placer ante el sueño de la guerra y de la sangre. Pero la espada negra se alzó de mis propias manos y segó para siempre, el orgullo, la crueldad, el valor y la gloria. "El Mal, ha muerto", medije.

Entonces distinguí sobre la hierba a mi señor, el Barón Mohl. Estaba muy distante, y, sin embargo, la profunda sombra de sus ojos buscaba -y encontraba- los míos. Le vi derribado de su caballo Hal, herido. La sangre fluía mansamente de su boca, y en aquella roja y débil fuente percibí claramente su llamada, el reclamo de una prometida lanzada. Hal le había abandonado; vi su desenfrenada carrera hacia los negros caballos, en dirección a alguna selva, o alguna calcinada planicie. Yo había dado promesa de atravesar su cuerpo, el día que me pidiera lo imposible, pero mi promesa se había perdido en una tierra y un tiempo inalcanzables. Entonces la piedad regresó a mí, y, tal vez, el amor. Pero alcé la espada, y el amor, y la piedad, quedaron segados para siempre. Y me dije: "El Bien ha muerto".

Miles de flechas taladraban mi cuerpo, pero no podía, ya, sentir dolor alguno. Y grité, espada en alto,que estaba dispuesto a partir en dos el mundo: el mundo negro y el mundo blanco; pues que ni el Bien ni el Mal han satisfecho, que yo sepa, a hombre alguno.

El alba trepaba por las piedras de la torre; mostraba antiguas y nuevas huellas de todas las guerras y todos los vientos. En algún lugar persistía el enfurecido piafar de negros y blancos animales: agrediéndose, aún, tras la muerte de los hombres.

Pero yo alcé mi espada cuanto pude, decidido a abrir un camino a través de un tiempo en que
Un tiempo
Tiempo


A veces se me oye, durante las vendimias. Y algunas tardes, cuando llueve."







Lo que puede que acabéis de leer es el final de esta curiosa, lírica, casi onírica novela de Ana María Matute. Ambientada en un pasado medieval de doncellas y caballeros que tiene poco de idealista y mucho de mugre y violencia, un chico cuya principal característica es el temple pasional y una innata y extraña percepción (que puede ser esquizofrenia, que pueden ser alucinaciones, que nunca se nos aclara) nos cuenta su vida desde que puede recordar, en su infancia y la fiesta de la vendimia, hasta la noche en que, cuando decide no realizar la vigilia de sus armas y no convertirse en caballero, no matar a sus hermanos, es asesinado por los mismos.

Como en alguna que otra novela de la autora (y estoy pensando en Primera Memoria), los símbolos se desarrollan, se superponen, juegan unos con otros. Estos son los últimos párrafos, donde muchos de los símbolos (el blanco y el negro, los caballos, la guerra, la sangre, la violencia, el amanecer o la torre) son finalmente explotados. Sospecho, sin embargo, que sin haber leído la novela estos párrafos carecerán de tanto significado. Y con eso y con todo, creo que sigue pudiéndose apreciar lo bien escrito de estos últimos, alucinados pensamientos.