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Prólogo del Eclesiastés

En estos dos últimos días, mi lectura han estado siendo los Libros Sapienciales de la Biblia, así como los Líricos. Tiene narices que de los 150 salmos del libro de los Salmos cosa de 10 sean interesantes; tiene narices que el libro de Job sea muchísimo más aburrido de lo que había pensado, igual que las tiene que los Proverbios sea más aburrido que leerse un refranero o un diccionario. En realidad, está claro que cuando no hay batallas, asesinatos y violaciones, la Biblia pierde encanto.

Pero por suerte, empezando un nuevo libro (el Eclesiastés), me he encontrado con este prologito. El tomo promete: no sé si a alguien le sonará a la base de todas esas literaturas cristianas sobre cómo pasa el tiempo y nada se queda, como el mundo es vanidad y apariencia... Además, está mas o menos bien escrito:

"¡Vanidad de vanidades! -dice Cohélet-, ¡vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene, pero la tierra permanece donde está. Sale el sol, se pone el sol; corre hacia su lugar y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira al norte; gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. Todas las cosas se cansan. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oir.

Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso se hará.
Nada nuevo hay bajo el sol.


Si de algo se dice: "Mira, eso sí que es nuevo", aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria entre los que después vendrán."

¿No tenéis la sensación de que os resulta familiar y lo habéis leído mil veces repetido en otras literaturas? Ah, por cierto, el Cantar de los Cantares sigue molando. Es erotismo literario con mucha, mucha clase y aún más antigüedad.