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El infierno

"El infierno son los demás"

Jean-Paul Sartre

El infierno, señor Sartre, no son los demás. El infierno es uno mismo. El infierno es estar atrapado en los círculos concéntricos del propio odio, es saber que en las venas tienes enraizadas la lava y la ceniza, es sentirse tan mal que no importe que en algún lugar del mundo haya una cabeza de niño cortada ni que delante tuya las palomas sigan volando hermosas. Es eso, ¡eso! Más doloroso que ver el asco en los ojos ajenos que amamos, es ver los ojos que amamos con todas las agujas de nuestros ojos decepcionados. El infierno está en uno mismo, en el sufrimiento de saberte herido, en que odiar sea el único camino y el único sentimiento. Todo lo anega el infierno con su fuego, entra por cada orificio, por cada poro, asfixiándote en llamas y si pudieras, oh, si pudieras, se las darías a todo, harías arder el mundo y derribarías los rascacielos de las otras felicidades, sin más, por puro odio que se alimenta mordiendo la cola ajena. El infierno es uno mismo, desnudo ante sus peores sentimientos, ante los pozos de brea destapados en el pecho. Enfrentarse cara a cara con que no somos tan buenos como nos gustaría ser, con que no podemos ser tan buenos como nos gustaría ser. El infierno está en cada cuál, en la necesidad de hacerle daño a lo que nos rodea esperando que cojan parte de nuestro interminable dolor. Es el infierno que se lleva cualquier flor y cualquier ala y cualquier hálito sereno sin dejar más que prado ennegrecido donde no ha de crecer la hierba. Es el infierno, y está en uno mismo.