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Orlando; Virginia Woolf

Cuando digo que un autor es un genio, es por algo. Salvo cuando digo ser yo el genio, que no responde más que al onanismo mental y a las ganas de alimentar el ego y que, por cierto, nada tiene que ver con lo que nos ocupa. Tras un tiempo leyendo cosas de estudio, trabajos y demás, me congratulo en anunciar que he empezado a devorar otra novela de Virginia Woolf, la genial autora que nos dejó, entre otros, esa maravilla de La señora Dalloway. La obra es Orlando, una novela genial, llena de arte, de ironía, de opiniones sobre todo lo divino y lo humano... Imprescindible su lectura, de veras. Además, la traducción al español, al menos la que yo estoy leyendo, fue traducida por Borges (dos de mis autores preferidos, unidos al fin...) Para que conste la calidad de esta prosa, aquí dejo un par de fragmentos:


"¡Otra metáfora, por Júpiter! -exclamaba, al decir eso (lo que muestra el desorden y el laberinto de su estado mental y explica por qué razón la encina floreció y se marchitó tantas veces antes que Orlando llegara a definir el Amor)-. ¿Y para qué? -se preguntaba-. ¿Por qué no formular directamente en pocas palabras -y luego meditaba una hora, o tal vez dos años y medio el modo de formular directamente en pocas palabras- qué es el amor? Una comparación como la anterior es del todo falsa -argüía-, porque no hay libélula (salvo en circunstancias muy excepcionales) que viva en el fondo del mar. Y si la Literatura no es la Esposa y Compañera de Lecho de la Verdad, ¿qué será entonces? Maldito sea, ¿a qué decir Compañera de Lecho cuando se ha dicho Esposa? ¿Por qué no decir directamente lo que uno quiere, sin una palabra de más?

Entonces optó por decir que el pasto era verde y el cielo azul, para conciliar de algún modo el austero genio de la poesía, que no dejó nunca de reverenciar, siquiera de muy lejos. "El cielo es azul -repetía-, el pasto es verde." Levantando los ojos vio que, al contrario, el cielo es como los velos que Mil Madonas han dejado caer de sus cabelleras; y el pasto se apresura y se oscurece como una fuga de muchachas que huyen de sátiros velludos en bosques encantados. "A fe mía -dijo (porque había tomado la mala costumbre de hablar en voz alta)- no veo que una sea más verdad que la otra. Las dos son falsas...!" Y desesperó de resolver el problema de la poesía y de la verdad y calló en un hondo abatimiento"





"Podemos aprovechar esta pausa para hacer algunas declaraciones. Orlando se habría transformado en una mujer -inútil negarlo. Pero, en todo lo demás, Orlando era el mismo. El cambio de sexo modificaba su porvenir, no su identidad. Su cara, como lo pueden demostrar sus retratos, era la misma. Su memoria podía remontar sin obstáculos el curso de su vida pasada. Alguna leve vaguedad puede haber habido, como si algunas gotas oscuras enturbiaran el claro estanque de la memoria; algunos hechos estaban un poco desdibujados: eso era todo. El cambio se había operado sin dolor y minuciosamente y de manera tan perfecta que la misma Orlando no se extrañó. Muchas personas, en vista de lo anterior, y que tales ambios de sexo son anormales, se han esforzado en demostrar (a)que Orlando había sido siempre una mujer (b) que Orlando es ahora un hombre. Biólogos y psicólogos resolverán. Bástenos formular un hecho directo: Orlando fue varón hasta los treinta años; entonces se volvió mujer y ha seguido siéndolo."





"Lo cierto es que las diferencias de opinión suelen engendrar sangrientas revoluciones. Por menos han entrado a saco en ciudades, y un millón de mártires ha preferido morir en el tormento a ceder una pulgada de su parecer. No hay, en el tumultoso pecho del hombre, una pasión más fuerte que la de imponer su creencia a los otros. Nada puede secar la raíz de su dicha y llenarla de ira como saber que otro desprecia lo que él venera. Whigs y Tories, Liberales y Laboristas -¿qué razón les mueve a guerrear sino su prestigio? No es el amor de la verdad sino el deseo de prevalecer el que opone un barrio a otro barrio y hace que una parroquia premedite la ruina de otra parroquia. Todos prefieren la paz de espiritu y la sujeción de los otros al triunfo de la verdad y a la apoteosis de la virtud -pero esas moralidades pertenecen al historiador, y debemos dejárselas, porque son más aburridas que un día de lluvia."