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Sin título

No te gusta, no gusta y es así, son así. Las cosas que están, que van, que se pierden sin dejar ni manchitas de sangre por la vereda, son así de dañinas. Y a ti te toca tragar alfileres y quedarte callado, callar y tragarte alfileres. Como el imbécil que eres, ¿no es eso? Dan ganas de echarse al monte a gritar o de arrancarle a todo el mundo los párpados para que tengan que estar mirando a la fuerza. Dan ganas de gritar hasta tapar a las canciones que se escurren por las calles, declararle el luto a todo lo que se tenga en dos piernas. Pero no está bien o dicen que no está bien, así que acaba uno por callarse y guardarse nubarrones.

Tú no gritas, tú no grites, tú limítate a sonreírles y a esquivar ese “miserables” que te sube por la garganta y amenaza de ahogarte, que como te descuides te va a hacer vomitar. Llora si has de llorar, pero no dejes que te vean. Escóndete con cualquier excusa, quédate tú con tus muertos y tus cuatro paredes para echarle al llanto lo que le tengas que echar. Encógete, apriétate contra ti mismo y abre todas las presas del mundo. Y aún así tampoco grites: musita, susurra, solloza tus penas y deja que se te escape, todo seguido, un ruidillo quedo, un ruidillo seco y pajizo pero continuo que sólo oye el que lo produce. Ese tiene que ser todo tu grito, porque más sería indecente. Y mientras lloras, mientras lloras lo que te haga falta, asegúrate de no hacer ruido ni en sonarte la nariz, vaya a ser que se despierten y te miren raro o te echen en cara que no sabes perder.

Es verdad que no sabes, o quizás es que ellos no saben perder a tu manera, pero en cualquier caso no hay forma de evitarlo. Porque tú vives como tú y te cargas la nausea a las espaldas y ves las cosas en huecos que los demás no perciben, nada más. Nada más y nada menos, que digo yo que algo bueno sacarás de ser tú de cuando en cuando. ¿Te da consuelo ver que no tienes pecados que puedan venir a buscarte? Poco o ninguno si los pecados son tan tullidos como parece, y lo son, que yo lo he visto. ¿Te consuela saber que ves matices nuevos, decirte especial? De poco o nada, que a nadie le vale ver más si es para ver en blanco y negro. Que de tanto escarbar en las cosas, de tanto ir agujereando hasta el fondo, uno acaba llenito de barro.

Y, ¿por qué está tan mal decirle al mundo que no, que no y que ya que está, que hasta aquí hemos llegado? ¿Por qué a los que escapan se les deja fuera del cementerio y se quedan tan muertos como todos y tan solos como nadie? Pero está mal, y por puro canguelo te quedas con el pomo en la mano y no le das un portazo a la vida en todas las narices. Te quedas ahí, mirando a los lados como un pasmarote y te dices que bueno, que al final acabará bien, que al final habrá algo bueno, te echas a dormir en la voluntad de Dios y ale, a fingir que te calma. Pero no hay cura para tu dolor, ahí, infinito, sangrando sin parar sobre la hierba y sobre las flores. Parece mentira, te dices a veces, que se pueda sangrar tanto. Y puede, se puede sangrar tanto y más, que a la tierra no le importa beberse lo que le echen mientras sea rojo y al hombre le duela.