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Thomas Mann; La muerte en Venecia




"Sobre la cabaeza, generalmente inclinada en un gesto doliente, parecían haber pasado grandes tormentas. Sin embargo, era sólo el arte lo que había retocado su fisonomía, como sólo suele hacerlo una vida llena de emociones y aventuras. Debajo de aquella frente se habían forjado las frases chispeantes de la conversación entre Voltaire y Federico acerca de la guerra. Aquellos ojos, que miraban cansados tras los cristales de los lentes, habían visto el sangriento horror de los lazaretos de la guerra de los Siete Años. El arte significa, para quien lo vive, una vida enaltecida; sus dichas son más hondas y desgastan más rápidamente; graba en el rostro de sus servidores las señales de aventuras imaginarias, y el artista, aunque viva exteriormente en un retiro caustral, se siente al fin y al cabo poseído de un refinamienot, un cansancio y una curiosidad de los nervios, más intensos que los que puede engendrar una vida llena de pasiones y goces violentos."


"Aquella sonrisa fue recibida como un obsequio fatal. Aschenbach se conmovió tan profundamente que se vio obligado a huir de la luz de la terraza, del jardín, y buscar apresuradamente el refugio de la oscuridad de la parte posterior del parque. Allí fue donde se le escaparon amonestaciones, singularmente indignadas y tiernas al mismo tiempo: "¡No debes sonreír así! ¡No se debe sonreír así a nadie!" Se arrojó en un banco y fuera de sí aspiró el aroma nocturno de las plantas. Con la cabeza echada hacia atrás, los brazos colgantes, abrumado y sintiendo escalofríos, murmuró la fórmula perenne del deseo, imposible, absurdo, maldito, ridículo en este caso, y, sin embargo, respetable y sagrado aún en este caso; "¡Yo te amo!"

Sound of Silence