header-photo

AVISO

Entre unas y otras cosas surgió la idea de abrir al público este blog, es decir, que también vosotros, los que estéis interesados, colaboréis en él. Si tienes algún relato que quieras publicar, si es un poema, una sugerencia, un artículo, una opinión, etc.; te ofrecemos este blog para publicarlo. Es sencillo, sólo tendríais que enviar lo que sea que queráis publicar a esta cuenta: fenixypunto@live.com; bien puede estar firmado con vuestros nombres o con un pseudónimo. Tras el envío correspondiente revisaríamos el texto y si todo es correcto, lo publicaríamos ipso facto. Muchas gracias por vuestra colaboración.

Firmado por: Almijara B. C.; Andrés B. Mir y Adela S. L.

Mi amada postmoderna

También para el ya conocido concurso de cartas de amor para el que Almijara escribió la suya fabriqué yo esta carta. No es una cosa demasiado bonita, pero tiene su gracia, sobre todo en el contexto del concurso para el concurso:

Mi amada Lucía:

Una vez más he de decir que tu nombre tiene algo melancólico y bello. Lo que lució y no luce, eso es lo que lucía, ¿no es cierto? Sé cuanto odias que te diga este tipo de cosas, que analice tu nombre como si dijese algo más de ti aparte del hecho de que a tus padres les gustó o que lo desglose con tanta retórica. Sé que te molesta, pero aún así, me reitero por segunda y última vez: tu nombre tiene algo melancólico y bello. He de insistir también en que te amo más que a mi vida, en que si mi corazón late es por ti, en que son tus ojos las candelas que me alumbran en este valle de lágrimas y, los clásicos nunca mueren, en que tengo grabado en el fondo de mi alma tu nombre con letras de fuego. Dicho esto, estas frases que aún ahora me parecen ciertas, no me queda sino manifestarte que no voy a seguir molestándote con lo que no tardabas en calificar como mis “cursiladas”.

No, no desesperes ante lo que sería el tópico romántico de todos los tiempos, mi amor, pues no tengo intención de suicidarme. Tras nuestra última conversación, cuando acabaste gritándome que dejase de molestarte con “el pálpito de Dios acariciando mi corazón cada vez que te imagino pronunciar mi nombre” y chorradas (creo que así lo calificaste) por el estilo, he de admitir que llegué a planteármelo. Pensé primero en arrojarme tras escribir unos últimos poemas donde condensase mi desesperación pero, con los poemas ya escritos, me dí cuenta de que aquello no conmovería tu alma: mis poemas no te gustaban y, por ende, no podía calarte. “Eres demasiado anticuado”, me dijiste una vez, “tu poesía parece sacada de hace un par de siglos. Madura y empieza a escribir cosas actuales de una puta vez”. Como bien sabes, tus frases, especialmente de este tipo, que se fueron haciendo más comunes conforme avanzaba nuestra relación, están “grabadas en mi alma con letras de fuego” o quizás en mis desvelos, quien sabe. La cuestión es que ya tenía claro que no te conmovería este tipo de suicidio, que así sería imposible conseguir el fin último de todo buen suicida por amor: escapar al dolor y al mismo tiempo conseguir el amor de la mujer con el corazón de hielo, que o bien se retira a un convento o bien acaba por seguir al poeta a la muerte, dos suicidios de distinta naturaleza.

Sabiendo que ninguna de las opciones era de tu estilo, me decidí por otro tipo de muerte romántica e igualmente trágica. Moriría destrozado, sólo y anónimo, y mi muerte sería una tragedia más en este mundo horrible donde no existe la justicia poética, el alma se ha prostituido para la industria editorial y un largo etcétera. Desgraciadamente, le tengo apego a la vida y aún más a ti, amor mío. Me temo, Lucía, que no me imagino ni viviendo ni muriendo ni suicidándome sin ti. Debía haber otra solución.

Aunque sé cuanto odias la idea del poeta al que le llegan las ideas por inspiración divina, creo que la Musa me susurró al oído el plan correcto. Me suicidaría, Lucía, pero de otra manera. Lo había decidido, Lucía, por ti. Por ti, porque te amo, dejaría de ser un cursi, un romántico y un anticuado. Por ti me haré postmoderno.

Ya habrás ido notando que esta carta comienza a alejarse de mi prosa habitual. Para empezar, no he abusado tanto de los adjetivos ni de las palabras esas que me gustan tanto, suenan tan bien y están escondidas al fondo de los diccionarios. Sí, amor mío, voy a ser un hombre nuevo. Se acabó el lenguaje decimonónico, se acabó, en fin, el uso de palabras como ínclito, mequetrefe o albedrío, que, insisto, adoro encontrarme escritas. Se acabaron para mí los paseos por el cementerio y los parques en otoño mientras pienso en la melancolía y la Belleza, te lo aseguro. Ahora todo lo más me iré a una cafetería a pensar sobre lo absurdo de esta vida con ese cinismo que sólo da una buena taza de café. También se acabó escribir sobre Amor, Belleza, Verdad y lo Sublime, pues empiezo a ser consciente de que las mayúsculas que no son de nombres propios a ti, mi bella postmoderna, se te atragantan. Por ti, Lucía, voy a renunciar incluso a la anástrofe que tantas veces te hizo escupir en mis poemas de amor: ya no serás la dulce Lucía, la amada Lucía, la bella Lucía sin piedad. Porque te amo, Lucía, renovaré mi mensaje, dejaré de ser tan retro (fíjate, Lucía, me estoy acostumbrando a usar palabras de jerga). Para que veas hasta donde llega mi decisión y mi férrea voluntad de renovarme por ti: polla, joder, puta, coño. Empiezo a usarlas, aunque mis vísceras se retuerzan, en mi habla normal, y de aquí a nada me verás escribiendo diálogos donde aparezcan.

Espero que todo esto te convenza de mi propósito de redimirme ante ti, mi amor. Aún me resulta complicado dejar en la cuneta esta retórica que durante tanto tiempo me ha acompañado, pero he cambiado mis lecturas (Becquer está en la basura, Bolaño en mi mesita de noche) y espero que tú estés dispuesta a darme otra oportunidad. Con tu ayuda, Lucía, seré el tipo de poeta (si es que poeta no es también un término cursi) que tú, amor mío, quieres que sea. Se acabaron, mi amor, las cartas de poemas donde te hablaba de cuanto te necesito, de lo importante que eres para mí y de lo bello de un amor que me hacía sentirme en el Cielo. Se acabaron por ti. Por ti, Lucía, por ti, mi amada postmoderna, llena de cinismo, porque te quiero más que a nada.

Amándote, pero sin fe en el amor como concepto abstracto:

Gustavo.